Liliana Bodoc visitó el penal de mujeres para compartir poesía. A pocas horas de aprobada la Ley Petri, hizo público su repudio al sistema que limita las salidas transitorias de los presos. Edición Cuyo cubrió su visita. Podés leer la nota a continuación o en el link http://bit.ly/UTSD9X Aullidos de libertad: Liliana Bodoc en la cárcel El reloj marca las 11.30 de un jueves 13 de septiembre. La escritora mendocina Liliana Bodoc baja del auto con una sonrisa que pronuncia sin esfuerzo cada vez que alguien la saluda. A su lado camina el compañero que eligió hace tantos años, el mismo con el que tuvo dos hijos, soñó la escritura y curó las secuelas de un amor fallido con un trapecista de circo que terminó en anécdota. Comparte éste y otros fragmentos de su vida con un grupo de mujeres de la Unidad Penitenciaria Nº 3 de El Borbollón un día después de aprobada la Ley Petri, que restringe las salidas transitorias de presos condenados por delitos graves. De una pared descascarada sobresale un mensaje: "La moledora de carne", y otro que firma una tal China: "Lepra lo mejor. 100 % leprosa". En la mesa un "Dios es amor" y del brazo tatuado de una presidiaria, "Gonzalo, Nico, Leandro. Te amo". Liliana abraza dos libros: Amigos del viento, de su autoría, y Canto a mí mismo, del poeta norteamericano Walt Whitman. La luz de la cámara oficial se prende y de su voz escapa un reclamo que en realidad busca salir: "Vengo a plantar una bandera en repudio a esta ley inútil, sustentada en la venganza. Esto es lo mismo que mostrarle el hueso a una jauría hambrienta para que aúlle", dice en metáfora, recurso que utilizará a lo largo del encuentro para referirse a la libertad del alma y las caricias de la poesía. De las ventanas cuelgan corpiños, pantalones de jean, sábanas y toallas. El cura de siempre intercambia palabras con un grupo de mujeres en un jardín sin flores. Dentro de la sala, tres mujeres toman el mate de la amargura. "Chicas, pónganle una sonrisa que van a salir en la tele", pronuncia una policía sin saber que el llamado producirá el efecto contrario al deseado. "No queremos", dice una mujer. Finalmente la autoridad retira lo dicho, les explica que una escritora ha venido a visitarlas y que las cámaras no registrarán sus rostros sino apenas sus espaldas. Ahora sí; un semicírculo poblado y Bodoc al frente de ellas. Las plataformas de María Eugenia Fernández, directora del penal, marcan el inicio de la actividad. Luego de presentar a la escritora mendocina, que a los 40 dejó la gamuza de ama de casa para dedicarse a escribir, Liliana toma la posta ante un público de convivencia forzada, acostumbrado a la indiferencia y a la discriminación, en palabras de una de ellas. "Vengo a traerles un poquito de felicidad a través de la poesía, que es como una caricia en la cabeza o una sopa caliente cuando tenemos hambre", define Bodoc. "Podemos hablar del sol, de la luna o de lo que quieran contarme (...) En el trayecto hasta acá me preguntaba cómo podía honrar el tiempo que me están dedicando... Ustedes deben pensar `qué fácil es venir un rato y mandarse a mudar´. En La saga de los Confines hay un Brujo, Kupuka (...) Creo que en todos lados estamos todos, que somos una especie entrelazada, una suerte de tejido. La Ley Petri da vergüenza, es la ley de la venganza, la del ojo por ojo, diente por diente", enfatiza. "A veces la vida se comporta como el viento", leerá en voz alta y seguirá con su cuento, dotando a cada oración de un sentido profundo en gestos y entonaciones. Después Jésica leerá un poema, dirá que le gusta escribir; más tarde Liliana la abrazará y le dedicará los versos de Whitman en puño y letra para las horas de una libertad que se sueña.